Racismo y sexismo en la reconstrucción del pasado de los humanos

Por: Rui Diogo

Fuente imagen: Pixabay. «A pesar de que la Ciencia como disciplina intenta ser objetiva y buscar “la verdad”, esta no está exenta de caer en sesgos culturales que ensucian el propósito último de trazar fielmente nuestra historia de transformación.»

Cuando hablamos de nuestro pasado como especie humana, es necesario indagar en las características actuales y en las que compartimos y que distinguen a los diversos representantes que describen nuestra historia. La historia evolutiva, deja patente pequeñas huellas en el fenotipo, señales que nos permiten entender y relacionar por medio de cronologías de surgimientos y extinciones, como las especies se van modificando en el tiempo. Es un testimonio natural, que nos faculta a entender una historia de cambios, una historia de mutabilidad.

Las teorías evolutivas son aquellas que han sido planteadas para explicar el surgimiento y variación de los seres vivos a lo largo del tiempo en la historia de la vida.

Los científicos nos basamos en entender esta historia a partir de diversas aproximaciones, tanto desde el punto de vista molecular (por ejemplo desde el análisis genético), como desde el estudio del fenotipo, comúnmente entendido como lo que se expresa ante nuestros ojos. A pesar de que la Ciencia como disciplina intenta ser objetiva y buscar “la verdad”, esta no está exenta de caer en sesgos culturales que ensucian el propósito último de trazar fielmente nuestra historia de transformación. En este artículo, se presentan ejemplos que representan precisamente parte de estos vicios. Específicamente, comentaremos casos de racismo y sexismo que se manifiestan en la reconstrucción de Lucy, un homínido femenino representante de la especie Australopithecus afarensis de alrededor de tres millones de años de antigüedad.

Evolución: fricción entre la ciencia y la sociedad

Las teorías evolutivas son aquellas que han sido planteadas para explicar el surgimiento y variación de los seres vivos a lo largo del tiempo en la historia de la vida. A partir de distintas evidencias, se puede dar explicaciones plausibles acerca de la divergencia entre los organismos que permiten la generación de nuevos rasgos y en consecuencia, la generación de nuevas especies. Luego de que Charles Darwin, durante el siglo XIX, marcara un precedente revolucionario en el mundo científico posicionando el pensamiento evolutivo basado en relaciones de ancestría y descendencia para explicar el surgimiento de las especies, tanto la Ciencia como la sociedad sufrieron cambios en la forma de interpretación del mundo y de lo humano. A pesar de que la teoría evolutiva patentó nuestro origen a partir de los animales y en especial nuestra cercanía a los primates, la visión de “progreso” en torno a la transformación de las especies y que inundaba las principales corrientes de pensamiento desde los tiempos de Aristóteles y los estudios de anatomía racial (como los de craneología), favorecieron el desarrollo de una segregación entre la idea en que se concibe a los animales (y a los “monos”) y al hombre, aludiendo, ya no a la similitud o diferencia de características morfológicas entre estos, sino que a la generación de la “civilización” como carácter humano.

Fuente imagen: Creative commons. Cambios morfológicos en distintos grupos representativos de la evolución de primates.

Lamentablemente estos estudios, potenciados por el concepto de la “lucha por la existencia” de C. Darwin, trajeron como consecuencia la generación de resultados errados, como por ejemplo la incubación del racismo. Esto ha generado funestas consecuencias en distintos grupos humanos. El colonialismo y la esclavitud fueron los motores que llevaron a diversos países a intentar buscar respaldo científico para justificar la discriminación y sometimiento hacia los indígenas. Si bien, la comunidad científica actualmente rechaza la existencia de razas humanas, la ideología racista, se encuentra naturalizada en diversos ámbitos de nuestro pensamiento, e influyen en la toma de decisiones en torno a estos múltiples focos. Estas ideologías también contribuyeron al desarrollo de la Ciencia y a las concepciones de las narrativas que esta detalla, haciéndonos proclives a incurrir constantemente en estos desaciertos.

Luego de que Charles Darwin, durante el siglo XIX, marcara un precedente revolucionario en el mundo científico posicionando el pensamiento evolutivo basado en relaciones de ancestría y descendencia para explicar el surgimiento de las especies, tanto la Ciencia como la sociedad sufrieron cambios en la forma de interpretación del mundo y de lo humano.

La reconstrucción de Lucy. Una historia de racismo y sexismo.

Diversos estudios independientes, constantemente evidencian cuán infundadas y sesgadas son las descripciones de nuestro pasado que hemos dado por sentado. Esto no solo ocurre en artículos científicos y libros de texto, sino que también son parte de exhibiciones en museos, en materiales educativos, documentales y programas de televisión que son vistos e internalizados por cientos de millones de niños en todo el mundo. Tal vez lo más impactante de esto, es ni siquiera ser conscientes de aquello.

El artículo titulado “Representaciones visuales de nuestro pasado evolutivo” (Ref. Cols y Rui Diogo), muestra empíricamente que las reconstrucciones de fósiles humanos tan famosos como Lucy y el niño Taung, ilustradas en la siguiente imagen, a menudo no se basan en un conocimiento profundo del fenotipo de nuestros parientes vivos (los chimpancés y gorilas), en especial de su musculatura, y que además carecen de metodología técnica sólida.

Fuente imagen: Frontiers.org. Modelos de reconstrucciones faciales de Lucy (izquierda) y el niño Taung (derecha), para resaltar cómo el uso de diferentes modelos es crucial para la imagen final, los autores reconstruyeron el tono de Lucy para que pareciera más similar al de los bonobos, mientras que el del niño Taung, el tono es más similar al de los humanos anatómicamente modernos nativos de Sudáfrica.

Es decir, los artistas que hacen esas reconstrucciones muchas veces lo hacen a ojo, o simplemente se basan en lo que saben sobre los músculos de nuestra especie, a pesar de que nuestra especie tiene alrededor de 250 a 300 mil años de existencia, mientras que Lucy es aproximadamente tres millones de años más vieja. El principal problema que arrastra esto, es que cuando el público ve estas representaciones en museos o documentales, las toma como “la realidad”. Un ejemplo particularmente poderoso proporcionado en este documento, es uno de los museos de historia natural más renombrados que recibe de cuatro a cinco millones de visitantes cada año en Estados Unidos, el Museo Nacional Smithsonian de Historia Natural. Además de los problemas técnicos relativos a las reconstrucciones de cada uno de los individuos que se muestran en la siguiente imagen, que se encuentra exhibida en este museo, no existe evidencia científica que respalde el progresivo ‘blanqueamiento de la piel’ en los humanos antes de que salieran de África, puesto que la pigmentación de la piel más clara, correspondía a un escenario de selección en la especie humana, asociado a regiones no africanas con latitudes altas o bajas. 

El colonialismo y la esclavitud fueron los motores que llevaron a diversos países a intentar buscar respaldo científico para justificar la discriminación y sometimiento hacia los indígenas.

Fuente imagen: Museo Nacional Smithsonian de Historia Natural. Reconstrucciones de fósiles de homínidos por John Gurche, en exhibición en el Museo.

Si incluso los científicos lo hacen, no es sorprendente que los retratos racistas, sexistas y centrados en Occidente de nuestro pasado comúnmente plagan la prensa y las redes sociales, siendo vistos por miles de millones de personas. Como se muestra en la imagen a continuación, utilizada en un artículo de “sala de redacción” titulado “Niños curiosos: ¿los humanos van a evolucionar de nuevo?” en 2019 por UNSW Sidney (una de las principales universidades australianas), el mensaje es claro. Desde los ‘hombres de las cavernas’ de piel oscura ‘parecidos a los simios’, el ‘progreso’ evolutivo conduce a los hombres blancos occidentales. La representación del hombre moderno como el pináculo evolutivo (y además sin considerar a las mujeres en esta historia).

Fuente imagen: Newsroom, UNSW, Australia. Retratos de un “progreso” evolutivo que supuestamente conduce al “pináculo de la evolución”: hombres blancos occidentales.

El segundo trabajo, titulado Indicadores de dimorfismo sexual en caninos permanentes Homo antecessor, reveló que uno de los fósiles más famosos de Europa, hallado en la Sierra de Atapuerca, en España, y perteneciente al Homo antecessor, procede de una niña de entre 9 y 11 años como se muestra en la figura siguiente y no de un niño, como se había creído hasta ahora. La nueva evidencia provino de un análisis de los caninos del anteriormente llamado “niño de la Gran Dolina”, en referencia al título de un emblemático libro de divulgación de José María Bermúdez de Castro: en realidad son de una hembra.

Fuente imagen: The Times Hub. El análisis de los dientes del “niño de la Gran Dolina” muestra que el fósil era en realidad una niña.

Lo que es particularmente revelador en ese trabajo es que sus autores, entre los que se encuentra Bermúdez de Castro, reconocieron que no había ninguna razón científica previa para que él hubiera decidido que los restos del fósil eran de un niño: “Surgió al azar. Cuando José María [Bermúdez de Castro] decidió hacer el libro, eligió este nombre masculino, pero sin ningún motivo concreto (…) ha sido necesario esperar a estas nuevas técnicas para poder conocer el sexo con certeza”1, explicó García-Campos, uno de los coautores del trabajo. El problema es que tales decisiones son muy frecuentes y casi imperceptibles, lo que gratuitamente daña aún más nuestra cultura moderna. Un ejemplo de ello, es que casi todas las descripciones de nuestro pasado muestran a hombres, y los pocos casos en los que se representa a las mujeres, se muestran como madres pasivas, no como inventoras activas o pintores rupestres de recolectores de alimentos, a pesar de que los datos antropológicos disponibles muestran que las mujeres prehistóricas se desenvolvían exitosamente en todos estos ámbitos.

Desde los ‘hombres de las cavernas’ de piel oscura ‘parecidos a los simios’, el ‘progreso’ evolutivo conduce a los hombres blancos occidentales.

De hecho, el estudio muestra que esta niña probablemente estuvo involucrada en un proceso de interacción entre grupos, lo que contribuyó a repensar el papel de la mujer en sociedades prehistóricas. Como reconocen los autores del trabajo, “cuestiona los roles de género tradicionales que aún se conservan en los que la mujer está en casa y el hombre en el trabajo” y ayuda “a cambiar el imaginario colectivo de la hembra en la cueva con dos pieles jóvenes o curtidas”, “y para” mostrarnos que las mujeres participaron en labores de caza y en disputas territoriales “.

Por lo tanto, aumenta la presión para que la Ciencia en general sea más activa en el tratamiento de los prejuicios racistas, sexistas y occidentales de larga data que siguen influyendo en muchos de sus trabajos, particularmente dentro de los dos campos que fueron el ‘padre y la madre’ del racismo científico: Anatomía y Antropología Biológica. A menos que esos prejuicios se puedan demostrar y enfatizar, como lo hicieron estos dos estudios recientes, y posteriormente se corrigieron, las inexactitudes fácticas y los prejuicios del pasado que continúan manchando la ciencia, la educación y los medios de comunicación condenarán a nuestros niños a propagarlos, internalizarlos e imponerlos, o sufrir el mismo tipo de discriminación, opresión y atrocidades que han sido justificadas en el pasado.

Citas y fuentes de consulta

1Front. Ecol. Evol., 26 February 2021 | https://doi.org/10.3389/fevo.2021.639048

2http://www.isita-org.com/jass/Contents/2021vol99/GarciaCampos/33707343.pdf

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Imágenes

– https://www.frontiersin.org/articles/10.3389/fevo.2021.639048/full#B52

Reconstructions of our hominid ancestors and early humans created by John Gurche, at display the Smithsonian National Museum of Natural History” (https://www.pinterest.at/pin/700872760730624185/)

– Evolution, from Shutterstock” (https://newsroom.unsw.edu.au/news/general/curious-kids-are-humans-going-evolve-again)

– https://thetimeshub.in/the-boy-from-the-gran-dolina-was-actually-a-girl/15472/

*Traducción y adaptación con autorización del autor: Dra(c) en Ecología y Biología Evolutiva, Daniela Flores.

Rui Diogo

Es investigador, orador y escritor reconocido en todo el mundo por abordar preguntas científicas amplias y problemas sociales, utilizando datos empíricos de última generación de muchos campos diferentes de la Ciencia, particularmente en relación con el racismo, el sexismo y los sesgos científicos. Obtuvo su licenciatura en Biología en la Universidad de Aveiro, Portugal, y luego hizo un doctorado en la Universidad de Lieja en Bélgica, un posdoctorado en el King’s College de Londres, y luego una maestría y otro doctorado en el Departamento de Antropología de la Universidad George Washington en Estados Unidos.

Ha investigado, dado conferencias y viajado en más de 120 países. Sus ponencias incluyen conferencias académicas y para el público en general, como las charlas TED. Sus publicaciones a menudo se anuncian como comunicados de prensa y se difunden en los principales periódicos y canales de televisión como BBC World y CNN. Es autor de más de 150 artículos en las principales revistas y 20 libros. Entre ellos están, “Aprendizaje y comprensión de la Anatomía y la Patología humanas”; el cual es utilizado en varias facultades de Medicina de todo el mundo, “Evolución impulsada por el comportamiento del organismo”, incluido entre los diez mejores  libros sobre evolución en 2017, y el ya muy aclamado “Sentido de la vida, naturaleza humana y delirios”.

 

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Diagramación: Diana Martín, Oswaldo Romero

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